jueves, 21 de febrero de 2013

Zona de Juglares


Solíamos vernos solo de vez en cuando, cuando Mariana trabajaba hasta tarde o se encerraba en nuestra habitación fingiendo estar dormida. Yo salía, como usualmente, no para escapar de Mariana,  salía porque siempre había disfrutado estar solo, buscar algo bueno en mis caminatas solitarias. Cuando se me daba la gana, cruzábamos una plática simple, insípida y cuando tenía ganas de saborear  el placer a mis anchas, rentaba el cuarto de motel  más próximo a la residencia de mi maldito jefe. Como era usual, ella me satisfacía hasta el momento en que yo quedaba por completo servido. Nunca tuvimos una conversación firme e interesante pero me gustaba que escuchara todos mis vómitos mentales acerca de la muerte, la política y los Steelers. Era una excelente oyente, siempre me miraba muy atenta con los ojos muy abiertos y con una tranquilidad que parecía comprenderme de todo a todo, hasta que yo terminaba de parlar no decía ni una palabra. Era evidente, Violeta sabía estar con un hombre, a eso se dedicaba,  por eso yo solía buscarla y quedarme noches enteras con ella. Prefería eso a tener que estar soportando llantos de mal gusto y quejas en las almohadas empañadas de lágrimas de Mariana. No era que no la quisiera, llevaba 2 años viviendo con ella, pero era bastante dramática para arreglar cualquier detalle.

Una tarde de Octubre, recuerdo muy bien, discutí con Mariana por nuestra falta de sexo. Es increíble, pero no pude evitar la sorpresa que me causo saber que llevaba más de 4 meses de no acostarme con ella, ¡como aguanta una mujer tanto tiempo sin sexo!  Trate de tranquilizarla, pero ella retrocedió dándome un pequeño golpe en la barbilla y corriendo hacia la habitación, digna de sus consuelos. Su cólera llegó a tal punto, que me hablo de una separación y de los hijos que nunca llegaríamos a tener. Nunca creí que en verdad me pudiera molestar su ultimo comentario: “... ¡mediocre, falta de ambiciones!”  Casi daban las 9 y no me dispuse a quedarme ahí, escuchando sollozos ahogados. Tome las llaves de mi viejo Pontiac, me moje la cara y baje a dar una vuelta. Cuando llegue al semáforo de la calle Hidalgo, vacile en girar a la de Peña. En menos de un segundo, me decidí, me había llegado el comentario a alguna parte de mi sensibilidad que yo mismo no conocía. Mi pulso se hizo más rápido, que fue seguido de un trago grueso de saliva, ¿qué diablos fue lo que sentí? ¿tristeza? Llegué a la glorieta de Morales y antes de entrar a la zona de Juglares, me pase una mano por el pelo, acomode mi cierre que empezaba a ladearse. Y justo ahí, estaba, como siempre después de las 9: 40, Violeta. Traía puesta su falda roja, y debajo de ella su buen trasero, lo que hizo que se ladeara aún más el cierre de mi pantalón. Me estacione violentamente enfrente de ella, se asustó al principio pero cuando reconoció mi cara, hizo una delicada sonrisa de confidencialidad que ahuyento mi nudo en el cuello.  Baje del Pontiac, nos pusimos de acuerdo, y conducimos al billar de los Andenes. Bebimos tequila, y un poco de vodka. Así que terminamos un poco borrachos, en el mismo hotelucho de la misma avenida, pero no en la cama sino en la tina del baño. No pude evitar soltar la efusividad con la cual Mariana me había destrozado emocionalmente en los besos casi amorosos que le di a Violeta, en el cuello, en las piernas, en el alma. Y note como ella sutilmente observo la diferencia con que me comporte ese día, puesto que nunca decía nada pero su mirada explicaba todo.

 Desperté a la mañana siguiente sobre la cama del motel, con una ligera resaca pero con el alma destrozada. A pesar de que había pasado una buena noche con Violeta, mi sueño se resumió a recordarme la discusión que tuve con Mariana y la forma en la que sus palabras tenían razón, el nudo bajo de nuevo por mi seca garganta. Me levanté, camine hacia el baño y encontré una carta con una mala ortografía en la cual explicaba Violeta que no deseaba verme nunca más, que nuestras citas me estaban haciendo daño. Estúpidamente me burle, ¿Cómo iba yo a enamorarme de Violeta? Si ella, más que nadie, era criada de la señora Nada.

Una noche de Marzo, en mi clásico Pontiac, salí a dar una vuelta, llegue a Hidalgo, a Peña, después a Juglares. Me acomode el pelo con una mano y el cierre que se hacía a un lado, y estaba, parada ahí,  como siempre después de las 9:40, Mariana con su falda roja.

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