domingo, 24 de febrero de 2013

Ojos rasgados

Cecilia Sánchez

Kiss me hard before you go
Summertime sadness
Lana del Rey

La fiesta es grandiosa. Es el cuarto lunes de septiembre, una de mis celebraciones favoritas. Amo los coloridos disfraces, las multitudes bailando, los rituales de los nativos, toda la magia que parece salir de la tierra y tomar para sí los cuerpos. Este año asistió mucha gente, uno se puede perder entre la gran cantidad de plumas, de telas, de rostros. Venir a verlos en su día es una de las pocas costumbres que papá y yo tenemos, a mami nunca le gustó y desde que ella se fue papá intenta traerme, es una hermosa distracción, una mirada a tus raíces, dice. A él le gustan las largas trenzas que llevan los hombres y también sus ojos rasgados, muy parecidos a los suyos, de los que se enorgullece por ser la única herencia que obtuvo del abuelo. Veo danzar a un grupo, hacen ruidos extraños y levantan mucho polvo, cuando  bailan parece que pelean. La mujer que está a mi lado bebe esa repugnante cosa amarilla que parece agradar a todos los adultos. Papá dijo que volvería pronto. No veo niños con los que pueda jugar, tal vez camine un poco y vea si encuentro algún amigo. No creo que a papá le importe.

Voy entre las piernas, las faldas, las cabezas agitándose; no veo niños, sigo buscando. I just wanted you to know that baby you're the best. Grito, cherokees, amarillo, rojo, pies desnudos. Ahí está Kiona, tal vez quiera jugar. Kiona vienes a jugar, sí vamos, pero antes debo encontrar a papá, te ayudo. (Papá y yo jugamos a las escondidas, yo siempre lo encuentro en el armario). Este juego no es muy divertido Nuna hay que hacer otra cosa, papi está por aquí sólo quiero pedirle permiso para ir a jugar a otro lado, no es aquél que camina con el señor de las trenzas, sí es él vamos Kiona hay que alcanzarlo. (A papá le gustan las largas trenzas que llevan los hombres). Por qué tu papá se va con ese señor al campamento, no lo sé tal vez vayan a dormir, Nuna mi mamá hace eso con mi papi cuando toma mucha cosa amarilla y después los dos empiezan a roncar muy fuerte, es su amigo Kiona creo que van a jugar. 

Papá le prometió a mamá no volver a hacerlo jamás, jugar con sus amigos, digo. Me lo prometió a mi también el día que mamá se fue, juró quedarse siempre a mi lado. Sólo voy con Kiona un ratito. No creo que papá se enoje, parece estar muy ocupado con su nuevo amigo. 

Police searched today for a red 1989 Ford Tempo that ran over a ten year-old girl, Nuna Collins in the celebration of the Native American Day. Apparently, the girl was left unattended by her father and tried to cross the road with a friend, Kiona Marshall, who was not critically injured and talked with members of the department's victim services unit. The state of Tenessee sends its condolences to the family and friends of Nuna Collins.

viernes, 22 de febrero de 2013

Metamorfosis

Lorena Rojas

— ¿Quién eres tú? —preguntó. 

—Casi…, casi no lo sé. Hasta el momento… al menos, yo sé quién era cuando desperté esta mañana, pero me parece que he tenido muchos cambios desde entonces. 

Alicia en el País de las Maravillas. 



Una mañana, después de una narración nocturna intranquila, mi cuento se despertó convertido en un monstruoso poema malhecho. 

Su base narrativa perfecta, estaba hecha un desastre suave y difuso, como gelatina parlante y amorfa. Sus oraciones perfectamente hiladas, eran ahora versos ridículamente pequeños, alejados… sin la bella historia que los unía. 

El antes cuento, estaba lleno de parafernalia innecesaria: metáforas, alegorías y comparaciones que estropeaban y deformaban su existencia, su ser. 

El dolor y la nostalgia le oprimían cada una de sus letras, la incomodidad ante o que era le impedía expresarse, se sentía mudo, inválido, inútil. Los oídos y ojos que antes fueran sus amigos cada noche antes de dormir, esta mañana lo veían y escuchaban con recelo, con extrañamiento. Pudo percibir desde la subjetiva posición en la que se encontraba, la desaprobación de su pequeña audiencia. Esos que antes se interesaban a diario en él, que alababan su inicio atrapador, su interesante desarrollo, y su sorpresivo final… ahora no lograban sentir por él ni un poco de emoción, por la simple razón de no comprenderlo. Era tan distinto a lo que ellos deseaban tener cerca. 

Este viejo amigo mío, era una pila de letras que no sabía lo que pasaba… la elocuencia y suspenso febril de sus ayeres estaba transformada, y aún más lo estaba todo a su alrededor. Siendo un simple poema devaluado, el mundo parecía mucho peor. 

Sus palabras adquirieron un nuevo orden, la teoría del caos vivía en él. Le parecía que no había algo que asustara más a los ojos y oídos humanos, que un orden alterado. 

Y así, sólo en el mundo, diciendo todo y a la vez nada, mi poema malhecho lloraba estrofas completas en la oscuridad, y mientras el mundo parecía aborrecer a las poesías, él se preguntaba a gritos: -¿Por qué mejor no desperté siendo un insecto?-. 


jueves, 21 de febrero de 2013

Zona de Juglares


Solíamos vernos solo de vez en cuando, cuando Mariana trabajaba hasta tarde o se encerraba en nuestra habitación fingiendo estar dormida. Yo salía, como usualmente, no para escapar de Mariana,  salía porque siempre había disfrutado estar solo, buscar algo bueno en mis caminatas solitarias. Cuando se me daba la gana, cruzábamos una plática simple, insípida y cuando tenía ganas de saborear  el placer a mis anchas, rentaba el cuarto de motel  más próximo a la residencia de mi maldito jefe. Como era usual, ella me satisfacía hasta el momento en que yo quedaba por completo servido. Nunca tuvimos una conversación firme e interesante pero me gustaba que escuchara todos mis vómitos mentales acerca de la muerte, la política y los Steelers. Era una excelente oyente, siempre me miraba muy atenta con los ojos muy abiertos y con una tranquilidad que parecía comprenderme de todo a todo, hasta que yo terminaba de parlar no decía ni una palabra. Era evidente, Violeta sabía estar con un hombre, a eso se dedicaba,  por eso yo solía buscarla y quedarme noches enteras con ella. Prefería eso a tener que estar soportando llantos de mal gusto y quejas en las almohadas empañadas de lágrimas de Mariana. No era que no la quisiera, llevaba 2 años viviendo con ella, pero era bastante dramática para arreglar cualquier detalle.

Una tarde de Octubre, recuerdo muy bien, discutí con Mariana por nuestra falta de sexo. Es increíble, pero no pude evitar la sorpresa que me causo saber que llevaba más de 4 meses de no acostarme con ella, ¡como aguanta una mujer tanto tiempo sin sexo!  Trate de tranquilizarla, pero ella retrocedió dándome un pequeño golpe en la barbilla y corriendo hacia la habitación, digna de sus consuelos. Su cólera llegó a tal punto, que me hablo de una separación y de los hijos que nunca llegaríamos a tener. Nunca creí que en verdad me pudiera molestar su ultimo comentario: “... ¡mediocre, falta de ambiciones!”  Casi daban las 9 y no me dispuse a quedarme ahí, escuchando sollozos ahogados. Tome las llaves de mi viejo Pontiac, me moje la cara y baje a dar una vuelta. Cuando llegue al semáforo de la calle Hidalgo, vacile en girar a la de Peña. En menos de un segundo, me decidí, me había llegado el comentario a alguna parte de mi sensibilidad que yo mismo no conocía. Mi pulso se hizo más rápido, que fue seguido de un trago grueso de saliva, ¿qué diablos fue lo que sentí? ¿tristeza? Llegué a la glorieta de Morales y antes de entrar a la zona de Juglares, me pase una mano por el pelo, acomode mi cierre que empezaba a ladearse. Y justo ahí, estaba, como siempre después de las 9: 40, Violeta. Traía puesta su falda roja, y debajo de ella su buen trasero, lo que hizo que se ladeara aún más el cierre de mi pantalón. Me estacione violentamente enfrente de ella, se asustó al principio pero cuando reconoció mi cara, hizo una delicada sonrisa de confidencialidad que ahuyento mi nudo en el cuello.  Baje del Pontiac, nos pusimos de acuerdo, y conducimos al billar de los Andenes. Bebimos tequila, y un poco de vodka. Así que terminamos un poco borrachos, en el mismo hotelucho de la misma avenida, pero no en la cama sino en la tina del baño. No pude evitar soltar la efusividad con la cual Mariana me había destrozado emocionalmente en los besos casi amorosos que le di a Violeta, en el cuello, en las piernas, en el alma. Y note como ella sutilmente observo la diferencia con que me comporte ese día, puesto que nunca decía nada pero su mirada explicaba todo.

 Desperté a la mañana siguiente sobre la cama del motel, con una ligera resaca pero con el alma destrozada. A pesar de que había pasado una buena noche con Violeta, mi sueño se resumió a recordarme la discusión que tuve con Mariana y la forma en la que sus palabras tenían razón, el nudo bajo de nuevo por mi seca garganta. Me levanté, camine hacia el baño y encontré una carta con una mala ortografía en la cual explicaba Violeta que no deseaba verme nunca más, que nuestras citas me estaban haciendo daño. Estúpidamente me burle, ¿Cómo iba yo a enamorarme de Violeta? Si ella, más que nadie, era criada de la señora Nada.

Una noche de Marzo, en mi clásico Pontiac, salí a dar una vuelta, llegue a Hidalgo, a Peña, después a Juglares. Me acomode el pelo con una mano y el cierre que se hacía a un lado, y estaba, parada ahí,  como siempre después de las 9:40, Mariana con su falda roja.

Felipe



Iván Ernesto Hernandez Castillo
Mi querida Ariadna

Hermana, tengo presente que no te escribí cuando había prometido y lo más seguro es que la preocupación no te deje dormir, así que te envió esta carta para que sepas que me encuentro bien.

Me gustaría que recordadas el tema del que te mencione en la carta pasada, el de las amenazas que estaba recibiendo el Papa para que dejara el puesto. Encontramos al culpable. Pero por favor déjame contarte todo lo que paso.

Recuerdo haberte dicho que me asignaron a un equipo especial para encontrar a los autores de las amenazas. Uno de ellos es un investigador de fama mundial, uno que trabaja mientras le pagues el viaje y la comida, además de eso no cobra nada, es rápido, y de muy buenos resultados, su nombre es Felipe Encue Tramucho, es de México. La otra, es Elizabeth, esa jovencita empalagosa de la que te he hablado antes.

El primer día de nuestra investigación, estuvimos revisando la carta que le enviaron a Benedicto XVI, y Felipe la rompió, después la dejo en la mesa como si no importara y camino hacia las calles. Eli y yo quedamos en completa pérdida del razonamiento. Lo seguimos a su caminata para intentar obligarlo a que nos explicara su acción. No dijo nada.

Duramos aproximadamente dos horas caminando, y nuestro compañero se detuvo frente a una panadería. Entro misterioso y con una cara de satisfacción intelectual. Ahí dentro le pregunto al panadero si hacia pan de cierto tipo, no recuerdo cual, a lo que el hombre contesto que así se trataba, pero que solo se lo preparaba a un hombre en específico, El padre Abramo.

Felipe salió corriendo y a cada persona que se ponía frente a él, le preguntaba sobre ese Padre. Lo perdimos de vista, y lo buscamos por mucho tiempo, lo encontramos de regreso en el hotel donde nos hospedábamos, tenía en la mesa varios objetos, aparentemente todos relacionados con Abramo.

Elizabeth y yo no teníamos más dudas en nuestra cabeza, Felipe había capturado al culpable, y se veía feliz. Después de relacionar las evidencias, en efecto, Abramo es parte de un grupo anticatólico infiltrado en el Vaticano (después te hablare de ese nuevo trabajo), que había planeado esto desde muchos años atrás, por lo que todos nos sorprendimos que hasta ahora alguien los hubiera descubierto.

Una vez que terminamos con eso, Felipe se tuvo que ir, y yo con bastante curiosidad pregunte ¿cómo encontró toda esa evidencia? Me miro con una cara totalmente sorprendida, y me pregunto ¿De cuál evidencia hablas? Para después decirme que el solo se estaba paseando, y que la hoja que rompió por accidente tenía olor a pan, y que busco por la ciudad la panadería que lo produjera.

Hable un poco más con él, y se justificaba diciendo que todo lo que hizo fue caminar por Roma y dejarse llevar por el lugar. Se fue después de eso. Aun creo que me intento engañar, no es posible que ese tan extraño hombre, haya salvado una vida solo por querer comer pan. En cuanto al Papa, dijo que no cambiaría su decisión, creo que quiere unas vacaciones.

Te escribiré el próximo mes para decirte como van las nuevas investigaciones sobre este grupo.

Con mucho cariño, tu hermana Anastasia.

El ave febril desde el final de la vida

  Gabriel Faz

“Cree en un infierno donde mis ojos no reflejen los ojos de nadie, donde mis cabellos se queman, donde tenga que regurgitar mi sangre para recordar el sabor de la bebida, donde mis dedos me mutilaran el vientre para arrancarme los pedazos de tu cuerpo. Allí estaré, violando en recuerdos mi alma negra por pecados extranjeros.”

La nota de aquella mujer aún estaba en sus manos cuando él ya blasfemaba su odio a las tristezas: “Oscurecida tu alma por todos los colores combinados de tus ojos –murmuraba a su amada herida-  seca ya estaba tu boca cuando mis restos valían más que el peso de tu carne entera… tu carne entera… se rendía cuando la delicia de mi cuerpo no era la espada enemiga.” Callaba al tiempo caminaba hacia la ventana, y ella cortejaba sus ebrios pasos con palabras de desesperanza, y el vino se transmutaba en vacío, y nacía humo y fuego de sus labios al continuar pausado y casi mudo con las horribles profecías que allí estaban escritas.

“Dios es el tiempo en el que existes antes de que nos odiemos. Diablo es el nombre de aquella virtud que nos vuelve extraños. Amor mio, me he enamorado de la fragilidad de una caricia. Amor mio perdóname, he escrito tu nombre en las puertas de los cielos. Amor, he olvidado por qué busco castigo, por qué busco perdón.”

Él miraba con sus ojos negros la pasividad de aquella nota de muerte,  como se despedía sin hacer ruido, como decía adiós sin la melancolía de las voces; Inconclusa, decidió completar lo que la vida misma dio favor de partida:

“Creo en un infierno en el que los clavos de la cruz los tengo en los labios, donde me he atrevido cerrar el compas de tus piernas, donde no he tenido el valor de volar de día. Creo que existe un infierno donde el nombre de la mujer mas bella no sea causa de amoríos, donde las penas del corazón se paguen con la daga de la amante, donde mi cobardía al decirte que te amo se castigue con el beso que atraviesa la garganta, que atraviesa el pecho y escapa por la costilla que me falta. Creo en un infierno que se apaga al no haber lugar para dos que se extrañan.”

Era ella flor de loto que duerme sumergida, ella la que clavó una daga entre sus pechos, cuando él a sus brazos ha llegado ella viste de gala, de escote, de medias largas; ella viste esperando que no termine una velada.
                           
                                  Mírame morir, amor, míra anochecer mis ojos.

Notas de la presente edición



por M. 

Nota 1.

Ya estoy harta, por favor ven por tus cosas inmediatamente.

Atte. Marcy.

Nota 2.

Mientras te estás divirtiendo con tus amigos, yo buscaré acción con un verdadero hombre.
Atte. Una enojada Marcy.

Nota 3. 

No te dignas a venir…  no sabes con quién te metes.

Atte. La desdichada de tu esposa.

Nota 4.

Mientras estás leyendo esta nota, me estoy revolcando con un hombre en toda la extensión de la palabra.

Atte. Una mujer  plena.

Nota 5.

Fui a dejar tus cosas a casa de tu madre, hasta nunca imbécil.

Atte. La mujer libre.

                                                    …..

Estimada Sra. Mills.
Por favor, deje de perturbar la paz y tranquilidad de nuestro cementerio con sus escándalos, ¿cree que es sano gritar calumnias en lo que se supone, es un lugar de reposo?;  los encargados del cuidado de las tumbas están hartos de quitar los papelitos que suele dejar en la lápida de su esposo. Si sus actos de locura continúan, llevaremos a cabo acciones legales en su contra.

Atte. Paul Farwell, administrador en jefe del cementerio BlackHill.

…..


“Más vale tres metros bajo tierra, que amargarse la existencia”.

Aquí yace Frank Mills, amado esposo y amigo.

Forever young

Por Eduardo Castillo

Fumaba un cigarrillo casi al mismo ritmo de la música, de las notas vibrantes en las guitarras, en el bajo y las percusiones. Pensaba mientras fumaba un cigarrillo, fumaba un cigarrillo mientras pensaba en la muerte. El suicidio. Jodida autista. 

Seguía hurgando en sus paredes mentales y sin embargo no recordaba nada. La noche anterior ni se presentaba en su memoria. Se sentía ofuscada, llena de dudas. Y es que no sabía por qué, pero acababa de despertar desnuda en una cama desconocida, en una habitación desconocida, escuchando música que desconocía. La disfrutaba, pero no, no le gustaba del todo. Quizás sólo era que disfrutaba el ritmo, o que le evitaba pensar en el posible error que había cometido la noche anterior. El día de ayer para el presente. Jodido presente. Jodido ayer. Flashbacks 

Un minuto no recordaba nada, y de pronto, flashbacks se presentaban como fugases cuños atravesando cada parte de su cuerpo. ¡Luna madre! Cerveza fría, aire contaminado por el humo del tabaco, luces parpadeando, líneas de polvo blanco que desaparecían entre su rostro, mujeres bailando (ninguna cara conocida), un hombre mayor que vestía chaqueta de cuero, una bebida, apagones, caricias, una boca ensalivada entre sus piernas. 

Se sintió una cualquiera. Y la verdad es que lo era. Cualquiera comete un error, cualquiera quiere escapar de la realidad o vivir una que no le va, cualquiera pierde la virginidad con un señor barbón 20 años mayor, cualquiera despierta con semen en el rostro y con la sensación de haber sido usada como un juguete. Cualquiera es engañada. Cualquiera vive y muere al unísono de recuerdos fugases. 

Sentada en la orilla de la desaliñada cama, se miró en un espejo que había enfrente, con más pudor que nunca. Una cara pálida y un cabello despeinado; unos ojos café claro con el contorno lleno de rímel corroído. Siguió lidiando contra sus pensamientos hasta que se volvió hacia la mesita de noche que estaba a un lado de la cama. Logró ver un par de billetes (ambos de cien pesos). Logro ver la intención. Se cansó de dar vueltas y en un arrebato de rabia contra ella misma golpeó el espejo con su delicada mano. En unos segundos, de la punta de sus dedos hasta el antebrazo, corrió un rojo doloroso. Ella se llenó de sangre, se llenó de un enorme vacío. Siguió danzando con odio, ahora lanzando patadas al aire al ritmo de ese rock que recordaba de alguna parte pero que no distinguía. Después el coraje le llevo las manos al cabello, con una fuerza inhumana se lo jaló, arrancando, llenando de sangre el cuero cabelludo, soltando una energía que no sabía que tenía. Y por último, un mar de lágrimas la ahogó. La asfixió para después despertarla. 

Abrió sus húmedos ojos agitada, se tocó el cuerpo para asegurarse de que estaba entero y sin rasguños, pasó sus manos por su rostro. Aliviada dio un suspiro estremecedor, regresando a las lágrimas que la envolvían en sus frecuentes pesadillas. Se volvió al otro lado de la cama buscando los brazos que no muy a menudo la envolvían y se dio cuenta de que otra vez despertaba sola. Otro amanecer que su marido pasaba lejos de ella, otra noche infinita de “tocada”, de rock & roll, otra oscuridad que se perdía, otros flashbacks probablemente reales, y más lacerante todavía, otra adolescente ultrajada por un viejo y promiscuo “músico”.

Hace tres días

Sentía hacia ella todo lo que se puede sentir, ya no la veía como antes a pesar de que sabía que la culpa de lo sucedido era a causa de una tercera persona.

Todos los vecinos de la calle se dieron cuenta de lo sucedido tres días atrás, algunos aún recuerdan los gemidos llorones, otros, los menos, se lamentan de no haber hecho nada para evitar la tragedia.

Es tal la pena que embarga a Andrés que uno podría pensar que lo sucedido el martes pasado, es decir, hace ya tres días, lo afecta más a él que a su pequeña hermana.

A la muerte de sus padres, Andrés y Mónica tuvieron que arreglárselas y sobrevivir de lo que la calle les daba. Andrés en un buen día de limosna sacaba alrededor de 20 o 30 pesos, Mónica, con la cara llena de mocos y los cabellos por sin ningún lado y con unos ojos de pura lástima rondaba por los 80 y 100 pesos diarios, haciendo las cuentas su quincena era de unos 1300 pesos, a veces más a veces menos.

No tenían la necesidad de recibir favores, aún así Andrés de vez en cuando aceptaba la ayuda de Memo el carnicero que gozaba de mala fama por los rumbos donde los hermanos pedían limosna. Andrés prefería ahorrarse el gasto de una comida y hacia caso omiso a los rumores que se decían del carnicero aceptando la comida que éste les ofrecía y que todos en la calle sabían que algún día se las cobraría.

Era de noche y el parque ya estaba lleno de indigentes que como Andrés y Mónica acudían ahí todos los días para pasar la noche.

Ese día, el martes pasado, Andrés decidió trabajar horas extras, quería llegar a los 50 pesos. Mónica, por su parte, yacía dormida con los mocos en la frente en la banca más alejada de todas, nadie sabía que en la hora extra de Andrés el carnicero decidiría cobrarse todos los favores rajando en mil pedazos a la pobre Mónica que apenas si podía sacarse los mocos de la nariz. 

Ya han pasado tres días y Andrés no ha dejado llorar, piensa en lo sucedido e imágenes de la violación de su hermana se avivan en su mente y más fuerte la abraza y le promete que todo estará bien, que jamás dejará de abrazarla.     

por Damián Macías Valadez      

Llegar


Cecilia Sánchez

[...] voy a seguir tus pasos hacia arriba, 
de tus pies a tu muslo y tu costado.

Jaime Sabines

A veces a los objetos les salía una cola, una sombra alargada se formaba detrás de su silueta. Con los ojos entrecerrados, sentía cómo chocaba contra mi rostro un aliento que sabía a nuevo, un vaho de mi boca le correspondía, y ellos bailaban. El sutil cosquilleo gustaba de recorrerme la espina, gateaba sobre mi ombligo, se engarruñaba en mi vientre; me laceraba, pero ni pensar en parar, no ahora. Sólo resiste hasta llegar, pensaba. 


El ritmo era marcado por los ecos del pecho, pisadas suaves, un, dos tres, un, dos, tres. Había un polvo muy antiguo; mi cuerpo se sacudía y le quitaba la angustia, ese apetito virginal que me llegaba en forma de historia. Las nubes arrojaban sus miradas, sus sentencias, pero recuerdo que la mañana era condescendiente: había un placer mudo entre los pliegues tiernos de natura. 


Llegar es un forcejeo, es resucitar, es amortiguamiento. Inhalo el sosiego, complacida. Limpio la sal de mi frente y respiro. Vaya corrida, ya extrañaba venir al parque.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Aunque sea lo más valioso



Brenda María Espinosa Solis
La riqueza monetaria y los bienes eran lo más importante para este rey. Lo primero que hacia al levantarse era mirar lo que alcanzaba a apreciar,  sus tierras, su enorme habitación y recordar las atenciones que tenía debido a su posición económica.
Observo por la ventana
­̶  Esas tierras pronto serán mías. En unos días mi poderío creceré y poco a poco crecerá mi reino. Sólo debo vencer a ese insignificante que me impide cumplir mi objetivo.  ¿Cómo pudo negarse?
Bajo a desayunar. Al terminar dio un paseo por la casa y admiro cada detalle de ella. Era grande, rodeada de lujos, pinturas, esculturas, entre otros objetos valiosos para él. Después de contemplar su sala mando llamar a un sirviente.
̶  Ve a traer al herrero, necesito que me construya un arma con lo mejor que tengo.
El hombre que moldearía la espada para su combate llegó a la casa para escuchar la petición del rey. Era la primera vez que le pedía una espada para usarla en un combate, por lo general sólo le servían como adorno.  
̶  Necesito una espada, la mejor que pueda existir porque con ella terminare con cualquier hombre que me impida conseguir mi objetivo.
̶  La espada será elaborada con los mejores metales de la región y la afilare de tal modo que hasta la más insignificante partícula podrá cortar con ella.
̶  Quiero que esté hecha con oro, este representara lo valioso que soy y mi poder ante todo.
̶  El oro no es el material más conveniente para las armas, debería dejarme a mí la elección
̶  Por supuesto que no, no hay metal más valiosos en este reino que no sea el oro, y así será.
A pesar de la insistencia, el rey se aferró a su idea de que el oro por ser el más valioso sería el más fuerte.
El hombre contra el que iba a luchar por sus tierras era un hombre humilde. Lo único que tenía era un pedazo de tierra un poco fértil y este era  el medio por el cual se mantenía económicamente.  Debía luchar por lo que era de él sin importar contra quien fuera.
Para el momento de la pelea debía tener una espada, la cual tendría  la suficiente fortaleza para poder enfrentar a su enemigo, el rey.
̶  El hierro es un metal  lo suficientemente fuerte para lograr mi objetivo, como hasta ahora lo he hecho al trabajar en el campo.
El día de la pelea llego. Cuando estaban frente a frente se miraron fijamente, el resplandor de la espada de oro cegó por un instante. No podía creer que la espada del rey fuera de ese material.
La batalla comenzó y los dos esquivaron golpes. El rey estaba convencido de que todo resultaría como él lo esperaba, no había material más poderoso en este mundo que el oro. Gracias a este se mueve el mundo.
̶  El rey debe ser un hombre que maneja muy bien las armas y su espada debe ser construida con lo mejor, no creo poder derrotarlo, es demasiado para mí, jamás podre contra eso.
Alguno de ellos debía caer primero.
El último golpe fue decisivo, lo miro fijamente, inclino su espada, la dirigió al rey y con precisión corto su espada. El rey quedo indefenso.
Sorprendido el rey de haber sido derrotado ya que su espada era la mejor, inclina la cabeza como símbolo de derrota y de su consecuente muerte.
̶  A pesar de que en algún momento creí que su espada era lo mejor recordé la fuerza que hay detrás de cosas menos ‘valiosas’. 

Si supieran


Salem, 1692

 
–Sarah ¡Dios mío, Dios mío!... Tengo miedo. ¿Qué será de mis hijos Sarah? –dijo Elizabeth Howe en medio de un llanto profundo, resignado, que le cortaba la respiración.

Sarah Good no respondió. El silencio habría reinado en ese lugar de no ser por las acusaciones que, en ese momento, eran leídas en voz alta para que todos escucharan, para que no quedara duda alguna. A pesar de todo, los acusados preferían escuchar esas palabras condenatorias, preferían las injurias y las mentiras, cualquier cosa que interrumpiera ese silencio que inundaba sus oídos, sus venas, sus pulmones y los hacía sentirse muertos.

“¿Qué será de mis hijos Sarah?” La pregunta aún resonaba en su mente, pero no podía comprenderla, esas palabras eran sólo ecos sin sentido que se repetían sin tregua. Sarah no podía apartar su pensamiento de la ironía que había en todo aquello, en su apellido y en la acusación en su contra: Sarah Good, una Sarah Buena que estaba a punto de ser ahorcada bajo la acusación de cometer brujería.

Unas ganas de reír imparables se estaban apoderando de ella, quería reírse a carcajadas; que su risa interrumpiera esas estúpidas palabras que el juez pronunciaba; burlarse de todo aquello, de su estúpido apellido, de los asquerosos rostros de todos los que la observaban, de la soga alrededor de su cuello, del llanto de Elizabeth Howe.

–Sé porque estás tan tranquila Sarah –dijo John Proctor, quien estaba a su lado, sereno e impasible– Tú sabes que Dios los condenará por esto, arderán en el infierno por lo que han hecho.

Sarah ya no quiso reírse. “Si supieran”, pensó divertida, lo único que deseaba era que todos lo supieran, sí, que lo supieran; quería gritarles a todos que se declaraba culpable, que había dejado de creer todas las mentiras que había dicho en su defensa. Dios la había abandonado, tal vez nunca había existido para ella. Sabía que era malvada y perversa porque lo había oído cientos de veces fuera y dentro de su cabeza y, cientos de veces, había implorado al demonio que viniera por ella, que se la llevara antes de que esos infelices tuvieran el placer de cumplir su sentencia.

Entonces, con una súbita inspiración – ¿divina o demoniaca? –, Sarah supo lo que debía hacer. Soltó una carcajada, dio un paso al frente y, por fin, ya no escuchó el llanto de Elizabeth.


por Andrea Silva Martínez

Misterio



por Shòu Wáng (Pablo Zapata)
https://twitter.com/ShouBeast

Tu actitud era de Mona Lisa. Luego descubrí que estaba frente a un espejo.

PEZ, PEZ

En aquel lugar el clima era bueno, buen sol, buena noche y buena lluvia. En aquel lugar era todo verde; y de muchos colores, había flores, árboles y muchos animales. En aquel lugar había también un lago: transparente y limpio. Al parecer, Pez vivía en aquel lugar con su madre, padre y hermanos. Al parecer les gustaba vivir ahí.

   Pero en varias ocasiones, los hombres (que eran pescadores) llegaban con sus cañas de pescar y, como estaban hambrientos, se llevaban todos los peces que en el río encontraban. Pez y su familia se escabullían para esconderse en su casa o detrás de algún alga marina, o detrás, tal vez, del caparazón de una enorme tortuga. Aparentemente.

   Hasta entonces, todo eso había resultado. Pero una noche, mientras dormían, Pez (quien era el más pequeño), se fue alejando sin darse cuenta porque la corriente del amanecer lo fue arrastrando poco a poco hasta llevarlo del otro lado del lago. Cuando despertó, su familia ya no estaba con él. Nadó y nadó para encontrarlos, pero no logró mucho, su cuerpo aún era muy pequeño para la fuerza con la que la corriente lo arrastraba; se puso muy triste y se dio por vencido. Aparentemente.

   Estaba muy cansado y débil, y en un rinconcito de la orilla del lago, se puso a llorar. En eso, dos niñitas que paseaban cerca del lugar con sus padres, se acercaron al lago para curiosear. De pronto, vieron a Pez, estaba solo y muy triste. Les pareció que era el pez más hermoso de todos y preguntaron a mamá y a papá, si podrían llevarlo a casa; ellos, en seguida aceptaron. Afortunadamente.

   Del lado contrario del lago, los pescadores se alejaban con sus presas; ahí estaba la familia de Pez. Fue entonces cuando los padres de Pam y Sam (ese era el nombre de las niñitas), se pusieron contentos porque en su hogar Pez sería muy feliz y siempre estaría lleno de amor, y nunca, nunca, sería presa de nadie. Afortunadamente…

   Esa tarde, Pez despertó en el patio de la casa de su familia, después de un largo y profundo sueño. Se sintió afortunado de estar con esas personas, y nunca haber estado en peligro en un lago, lejos de sus padres y hermanos. Afortunadamente “Pez”, o mejor conocido como “Spunky”, sólo es el nombre del mejor de los perros.


Jessica Yazmín Alvarado Acosta

jueves, 7 de febrero de 2013

El sepulcro en el vientre, los rituales del alma

por Gabriel Faz Guevara

Al ángel de las delicias, le lloverán pétalos
vestirá pieles aun con vida, cantara los llantos
su lenguaje será epitafio de lapidas
el color de sus ojos será el color de nuestros hijos hoy que duermen
cuando el ángel de las delicias se alimente de nosotros.


De tu sangre estancada nacerán flores de belleza
y su polen será ceniza y llamará procesiones
fecundadas, ahora, todas muertas, la noche y sus estrellas
lloverán, como pétalos, como llueve la amante cuando extraña.


Ahora que por fin amor mio, nos compartimos
quiere en mí, en ese lugar común, el silencio de nuestros niños
en aquellos altares que sobreviven escucha como cruje su quijada
escucha como desgarra sus ropas, como mastica sus labios
se los lleva, el ángel de las delicias, se lleva lo que has amado.


Amor mio, cuando de plumaje se llene tu rostro
                                             será mi carne entera tu tristeza.