martes, 30 de abril de 2013

El niño del tiempo


 Por Shòu Wáng (Pablo Zapata)

The Legend of Zelda: Ocarina of Time es uno de los videojuegos más representativos que jamás hayan existido. Muchos aspectos lo convierten en un gran juego: la música, la jugabilidad, la historia. Y aun así hay un elemento de la trama que, aunque no pasa desapercibido, no parece ser tomado muy en serio.
            El juego trata de Link, un niño de 10 años que se enfrenta a grandes peligros para cumplir su destino: salvar la tierra de Hyrule. Recorre planicies, montañas y conoce a varios personajes muy peculiares a lo largo de su trayecto. Lo curioso de esta historia ocurre en el momento en que Link y su espíritu quedan sellados durante siete años. Cuando despierta, él ya es un hombre y puede convertirse en el héroe que todos necesitan y, una vez que vuelve a recorrer el mundo que alguna vez conoció, se da cuenta que muchas cosas han cambiado: la oscuridad reina en la tierra, algunas de las personas con quienes compartió su infancia ya no lo reconocen mientras que otras no dejan de impresionarse al verle.
            Nos gusten los videojuegos o no, hay que admitir que es algo interesante la historia. Pero analicemos un poco el asunto principal. ¿El niño realmente se convirtió en un hombre sólo por cumplir unos años más? ¿Es así como funciona la vida? Bueno, dentro del juego que tomamos como ejemplo, el calificativo de “hombre” o “niño” se le da a Link meramente por su aspecto, mientras que se le llama “héroe” cuando a su persona se le relacionan hazañas. Es lógico, se da mucha más importancia al atributo de “héroe” que al de “hombre” y casualmente, también es una evolución más lenta que su transformación física. ¿Qué quiero decir con todo esto? Sencillo, el hecho de que exista un cambio externo en las personas no significa que necesariamente también haya uno interior, éste se forja porque enfrentamos distintos retos y porque decidimos adaptarnos a esas situaciones. Además de eso, hay otra cara en ese aspecto de evolución. De nuevo tomemos de ejemplo a Ocarina ot Time. En este videojuego Link comienza su viaje como un niño y su imagen como “héroe” evoluciona, pero también hay algo inmutable durante toda la aventura y eso es su determinación. Obviamente el personaje está construido para mostrarnos sólo esa cara, pero si analizamos bien las cosas todo esto no está muy alejado de la realidad.
En conjunto, lo explicado anteriormente no es más que el mismo dilema que los griegos ya habían mencionado: “¿Qué somos? ¿Lo que cambia o lo que permanece?”. La respuesta es: ambas. Lo mejor del caso es que nosotros decidimos cuales aspectos modificar y cuales conservar. Podemos dejar que los retos del presente modifiquen nuestra persona y que nos hagan crecer, pero también podemos elegir qué conservar, como eso que poseíamos de niños, nuestros sueños, nuestra determinación a lograr algo o el simple agrado a jugar un buen videojuego.

lunes, 29 de abril de 2013

Aquellos niños que eran… nosotros jamás fuimos



Gabriel Faz Guevara

En otros días pensaba que no vivían mas de mil personas en toda la tierra, pensaba en que la noche estaba triste porque no había Luna que le iluminase sus colores, pensaba que mirar a mis compañeros con uno solo de mis ojos me haría verlos menos lejanos, estaba tan equivocado, aun estando cerrados podía saber que todos ya se habían marchado.

El día de los niños, era para mí y mi hermano la primera muestra que nos dio la vida de que la felicidad es efímera, de que uno puede ser ridículo, descarado, cretino sin ser precisamente algo que en ese momento fuese verdaderamente tuyo, el día de los niños era para nosotros el día de todos y eso lo hacia de alguna manera miserable, el como no puedes pertenecer a aquel lugar donde está esa mayoría al darte cuenta de que no puedes salir de donde nunca has entrado.

Es efímera, tres horas sin clases son efímeras, la risa de los niños que se sientan tan detrás es efímera, los sabores de los dulces son efímeros, el círculo de humo en la boca de la profesora de falda corta y largas piernas es efímero, o éramos nosotros tan pequeños como para notar pasar el tiempo.  

De niño tienes todo para ser feliz porque poco hace falta, porque aun aquellas cosas que nutren sobran, los techos son cielos y el día es infinito, y deseas ser grande pero seguir actuando ser pequeño, las palabras sobran, los cuentos no son letras sino cuentos solamente, una noche basta solamente para esconder el universo debajo de una sabana, una sabana basta solamente para guardar la noche y todas sus estrellas que te aman… y si, el amor también sobra.

En otros días para mi y mi hermano el día de los niños no era algo que debiese ser celebrado por él o yo, inclusive con un solo de mis ojos podía darme cuenta que debía ser aquel día para aquellos que algún día seriamos nosotros; aquellos a quienes el amor no les sobrace y que dejasen la noche en los cuentos, aquellos que solamente querían recordar si alguna vez fueron nosotros.

jueves, 25 de abril de 2013

La inocencia, la mejor presa.



 Gabriela Arredondo

No es de extrañarse cuando te encuentras  a un niño imitando a algún artista de televisión, es fácil que gracias a su inocencia mental se sienta atraído a dicho artista. A pesar de que el pequeño no sepa que el artista es un perdedor en la vida real y que solo sabe hacerlo bien actuando en una película. De la misma manera, no es nada extraño encontrar a un niño en el supermercado haciendo berrinche, pidiendo a sus padres que le compren un producto que ya conoció de su existencia todo gracias a la bendita televisión. No es de extrañarse en verdad, ¿por qué la mamá se hace la inocente después de dejar a su pobre criatura enfrente de la televisión 6 horas diarias?

Por otro lado, no culparé totalmente al engendro del siglo pasado, la publicidad hoy en día, la encuentras hasta en los baños. Y no es por exageración, ciertamente hasta en estos lugares puedes encontrar publicidad, y esto es debido a una táctica puramente intencional, me explico: el cuerpo al momento de expulsar las toxinas presentes en la orina y en los desechos, llega a un estado de relajación, el cual es el más óptimo para retener la información. Realmente invasivo, pero así nos encontramos, rodeados de un mundo plagado de publicidad. Ahora bien, puede influir mucho el hecho de que nos encontremos en un estado vulnerable para adquirir el mensaje que la publicidad quiere sembrar en nosotros, pero al menos, como adultos tenemos la suficiente madurez como para decidir si nos tragamos lo que nos persuade el mensaje publicitario. Pues veamos entonces, ¿qué pasa con los niños?, la publicidad ya llegó a desarrollar también las tácticas necesarias para enganchar a los niños, ya que a estas alturas se ha convertido en un consumidor potencial. Y es que claramente, es más conveniente encontrar en los niños la aceptación del mensaje gracias a su inocencia y la facilidad con que se consigue su atención.

La publicidad ha generado en nosotros el camino a seguir su desarrollo, el corresponsal de su existencia. Es decir, aceptamos la publicidad, caminamos a diario con los medios de comunicación masiva a un lado, consumimos, malgastamos, compramos apoyando al mantenimiento de la publicidad. Y por su parte, ¿cuándo un niño va a concientizar si es consumidor potencial o no?  En fin, poco termina importándonos si nos convertimos en uno de los peldaños de la comercialidad y sus intereses. Pero, ¿por qué dejamos que pase lo mismo con los niños?, si hemos decidido ser consumidores potenciales de marcas y empresas podridas en dinero ¿por qué dejamos que los niños se induzcan al mismo hábito? Es cuestión de reflexionarlo cada quien, en su mejor asiento. Y en lo que a mí concierne, prefiero saber a algún niño cercano con las piernas llenas de moretones por jugar en la calle, que saberlo usando lentes porque ya terminó con su vista al estar pegado 6 horas diarias frente al televisor viendo comerciales con intereses de ventas potenciales.

viernes, 12 de abril de 2013

Lenguaje Universal


         
   Por Lorena Rojas

Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor
-Julio Cortázar

La canción se cuela por la mente entre sueños, y a la mañana siguiente se desborda por la garganta, la boca, la lengua… toma forma de silbidos, palabras, sonidos perfectamente compenetrados que poco a poco toman posesión. El ritmo viaja por los pies danzantes y llega al piso de madera, baja la escalera haciéndola crujir armoniosamente; cada paso se une a la voz e un acto mimético y flotante, aunque el siempre juró no saber bailar… El ambiente se llena de ritmo, se tiñe del blues de ésa voz que hasta los oídos de ella llega. La música la invita a despertar.

Ir sentada en el último asiento del camión urbano y de repente escuchar a un señor tocando en la flauta “bésame mucho”, mejora sin duda mi estado de ánimo; sin pensarlo le doy mis últimos dos pesos, él ya me dejó una sonrisa tatuada en el rostro. He oído que los tatuajes son mucho más caros. La música dice algo  en unos segundos, mucho más de lo que yo podría decir en un discurso bien elaborado… y a ella, todos la entendemos.

Actualmente diversos estudios confirman los beneficios que la música trae al ser humano; estimula el aprendizaje, aumenta el desarrollo del habla, relaja y anima… Pero, ¿cuántos de nosotros nos detenemos a dejarla entrar?, ¿cuántos de verdad dejamos que la música nos invite a despertar?