jueves, 21 de febrero de 2013

Forever young

Por Eduardo Castillo

Fumaba un cigarrillo casi al mismo ritmo de la música, de las notas vibrantes en las guitarras, en el bajo y las percusiones. Pensaba mientras fumaba un cigarrillo, fumaba un cigarrillo mientras pensaba en la muerte. El suicidio. Jodida autista. 

Seguía hurgando en sus paredes mentales y sin embargo no recordaba nada. La noche anterior ni se presentaba en su memoria. Se sentía ofuscada, llena de dudas. Y es que no sabía por qué, pero acababa de despertar desnuda en una cama desconocida, en una habitación desconocida, escuchando música que desconocía. La disfrutaba, pero no, no le gustaba del todo. Quizás sólo era que disfrutaba el ritmo, o que le evitaba pensar en el posible error que había cometido la noche anterior. El día de ayer para el presente. Jodido presente. Jodido ayer. Flashbacks 

Un minuto no recordaba nada, y de pronto, flashbacks se presentaban como fugases cuños atravesando cada parte de su cuerpo. ¡Luna madre! Cerveza fría, aire contaminado por el humo del tabaco, luces parpadeando, líneas de polvo blanco que desaparecían entre su rostro, mujeres bailando (ninguna cara conocida), un hombre mayor que vestía chaqueta de cuero, una bebida, apagones, caricias, una boca ensalivada entre sus piernas. 

Se sintió una cualquiera. Y la verdad es que lo era. Cualquiera comete un error, cualquiera quiere escapar de la realidad o vivir una que no le va, cualquiera pierde la virginidad con un señor barbón 20 años mayor, cualquiera despierta con semen en el rostro y con la sensación de haber sido usada como un juguete. Cualquiera es engañada. Cualquiera vive y muere al unísono de recuerdos fugases. 

Sentada en la orilla de la desaliñada cama, se miró en un espejo que había enfrente, con más pudor que nunca. Una cara pálida y un cabello despeinado; unos ojos café claro con el contorno lleno de rímel corroído. Siguió lidiando contra sus pensamientos hasta que se volvió hacia la mesita de noche que estaba a un lado de la cama. Logró ver un par de billetes (ambos de cien pesos). Logro ver la intención. Se cansó de dar vueltas y en un arrebato de rabia contra ella misma golpeó el espejo con su delicada mano. En unos segundos, de la punta de sus dedos hasta el antebrazo, corrió un rojo doloroso. Ella se llenó de sangre, se llenó de un enorme vacío. Siguió danzando con odio, ahora lanzando patadas al aire al ritmo de ese rock que recordaba de alguna parte pero que no distinguía. Después el coraje le llevo las manos al cabello, con una fuerza inhumana se lo jaló, arrancando, llenando de sangre el cuero cabelludo, soltando una energía que no sabía que tenía. Y por último, un mar de lágrimas la ahogó. La asfixió para después despertarla. 

Abrió sus húmedos ojos agitada, se tocó el cuerpo para asegurarse de que estaba entero y sin rasguños, pasó sus manos por su rostro. Aliviada dio un suspiro estremecedor, regresando a las lágrimas que la envolvían en sus frecuentes pesadillas. Se volvió al otro lado de la cama buscando los brazos que no muy a menudo la envolvían y se dio cuenta de que otra vez despertaba sola. Otro amanecer que su marido pasaba lejos de ella, otra noche infinita de “tocada”, de rock & roll, otra oscuridad que se perdía, otros flashbacks probablemente reales, y más lacerante todavía, otra adolescente ultrajada por un viejo y promiscuo “músico”.

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