jueves, 21 de febrero de 2013

Hace tres días

Sentía hacia ella todo lo que se puede sentir, ya no la veía como antes a pesar de que sabía que la culpa de lo sucedido era a causa de una tercera persona.

Todos los vecinos de la calle se dieron cuenta de lo sucedido tres días atrás, algunos aún recuerdan los gemidos llorones, otros, los menos, se lamentan de no haber hecho nada para evitar la tragedia.

Es tal la pena que embarga a Andrés que uno podría pensar que lo sucedido el martes pasado, es decir, hace ya tres días, lo afecta más a él que a su pequeña hermana.

A la muerte de sus padres, Andrés y Mónica tuvieron que arreglárselas y sobrevivir de lo que la calle les daba. Andrés en un buen día de limosna sacaba alrededor de 20 o 30 pesos, Mónica, con la cara llena de mocos y los cabellos por sin ningún lado y con unos ojos de pura lástima rondaba por los 80 y 100 pesos diarios, haciendo las cuentas su quincena era de unos 1300 pesos, a veces más a veces menos.

No tenían la necesidad de recibir favores, aún así Andrés de vez en cuando aceptaba la ayuda de Memo el carnicero que gozaba de mala fama por los rumbos donde los hermanos pedían limosna. Andrés prefería ahorrarse el gasto de una comida y hacia caso omiso a los rumores que se decían del carnicero aceptando la comida que éste les ofrecía y que todos en la calle sabían que algún día se las cobraría.

Era de noche y el parque ya estaba lleno de indigentes que como Andrés y Mónica acudían ahí todos los días para pasar la noche.

Ese día, el martes pasado, Andrés decidió trabajar horas extras, quería llegar a los 50 pesos. Mónica, por su parte, yacía dormida con los mocos en la frente en la banca más alejada de todas, nadie sabía que en la hora extra de Andrés el carnicero decidiría cobrarse todos los favores rajando en mil pedazos a la pobre Mónica que apenas si podía sacarse los mocos de la nariz. 

Ya han pasado tres días y Andrés no ha dejado llorar, piensa en lo sucedido e imágenes de la violación de su hermana se avivan en su mente y más fuerte la abraza y le promete que todo estará bien, que jamás dejará de abrazarla.     

por Damián Macías Valadez      

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