Por
Shòu Wáng (Pablo Zapata)
The Legend of Zelda: Ocarina of Time es uno de los videojuegos más representativos que
jamás hayan existido. Muchos aspectos lo convierten en un gran juego: la
música, la jugabilidad, la historia. Y aun así hay un elemento de la trama que,
aunque no pasa desapercibido, no parece ser tomado muy en serio.
El juego trata de Link, un niño de
10 años que se enfrenta a grandes peligros para cumplir su destino: salvar la
tierra de Hyrule. Recorre planicies, montañas y conoce a varios personajes muy
peculiares a lo largo de su trayecto. Lo curioso de esta historia ocurre en el
momento en que Link y su espíritu quedan sellados durante siete años. Cuando
despierta, él ya es un hombre y puede convertirse en el héroe que todos
necesitan y, una vez que vuelve a recorrer el mundo que alguna vez conoció, se
da cuenta que muchas cosas han cambiado: la oscuridad reina en la tierra,
algunas de las personas con quienes compartió su infancia ya no lo reconocen mientras
que otras no dejan de impresionarse al verle.
Nos gusten los videojuegos o no, hay
que admitir que es algo interesante la historia. Pero analicemos un poco el
asunto principal. ¿El niño realmente se convirtió en un hombre sólo por cumplir
unos años más? ¿Es así como funciona la vida? Bueno, dentro del juego que
tomamos como ejemplo, el calificativo de “hombre” o “niño” se le da a Link
meramente por su aspecto, mientras que se le llama “héroe” cuando a su persona
se le relacionan hazañas. Es lógico, se da mucha más importancia al atributo de
“héroe” que al de “hombre” y casualmente, también es una evolución más lenta
que su transformación física. ¿Qué quiero decir con todo esto? Sencillo, el
hecho de que exista un cambio externo en las personas no significa que necesariamente
también haya uno interior, éste se forja porque enfrentamos distintos retos y porque
decidimos adaptarnos a esas situaciones. Además de eso, hay otra cara en ese
aspecto de evolución. De nuevo tomemos de ejemplo a Ocarina ot Time. En este videojuego Link comienza su viaje como un
niño y su imagen como “héroe” evoluciona, pero también hay algo inmutable
durante toda la aventura y eso es su determinación. Obviamente el personaje
está construido para mostrarnos sólo esa cara, pero si analizamos bien las
cosas todo esto no está muy alejado de la realidad.
En conjunto, lo explicado anteriormente no es más
que el mismo dilema que los griegos ya habían mencionado: “¿Qué somos? ¿Lo que
cambia o lo que permanece?”. La respuesta es: ambas. Lo mejor del caso es que
nosotros decidimos cuales aspectos modificar y cuales conservar. Podemos dejar
que los retos del presente modifiquen nuestra persona y que nos hagan crecer,
pero también podemos elegir qué conservar, como eso que poseíamos de niños, nuestros
sueños, nuestra determinación a lograr algo o el simple agrado a jugar un buen
videojuego.
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