En otros días pensaba que no vivían
mas de mil personas en toda la tierra, pensaba en que la noche estaba triste
porque no había Luna que le iluminase sus colores, pensaba que mirar a mis
compañeros con uno solo de mis ojos me haría verlos menos lejanos, estaba tan
equivocado, aun estando cerrados podía saber que todos ya se habían marchado.
El día de los niños, era para mí
y mi hermano la primera muestra que nos dio la vida de que la felicidad es efímera,
de que uno puede ser ridículo, descarado, cretino sin ser precisamente algo que
en ese momento fuese verdaderamente tuyo, el día de los niños era para nosotros
el día de todos y eso lo hacia de alguna manera miserable, el como no puedes
pertenecer a aquel lugar donde está esa mayoría al darte cuenta de que no
puedes salir de donde nunca has entrado.
Es efímera, tres horas sin clases
son efímeras, la risa de los niños que se sientan tan detrás es efímera, los
sabores de los dulces son efímeros, el círculo de humo en la boca de la
profesora de falda corta y largas piernas es efímero, o éramos nosotros tan
pequeños como para notar pasar el tiempo.
De niño tienes todo para ser
feliz porque poco hace falta, porque aun aquellas cosas que nutren sobran, los
techos son cielos y el día es infinito, y deseas ser grande pero seguir
actuando ser pequeño, las palabras sobran, los cuentos no son letras sino
cuentos solamente, una noche basta solamente para esconder el universo debajo
de una sabana, una sabana basta solamente para guardar la noche y todas sus
estrellas que te aman… y si, el amor también sobra.
En otros días para mi y mi
hermano el día de los niños no era algo que debiese ser celebrado por él o yo, inclusive
con un solo de mis ojos podía darme cuenta que debía ser aquel día para
aquellos que algún día seriamos nosotros; aquellos a quienes el amor no les
sobrace y que dejasen la noche en los cuentos, aquellos que solamente querían
recordar si alguna vez fueron nosotros.
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