jueves, 11 de abril de 2013

La muerte, la imperfección y todas las bellezas efímeras.




                                    Gabriel Faz

Había conocido a una mujer cuatro años antes del tiempo en que esto se ha escrito. Ella, de una hermosura de complejas formas quería morir por la propia suerte de su autodestrucción. Yo, al no ser un conocedor de nada que estuviera a tres metros de mis propias pasiones no pude darme cuenta del significado de su tristeza hasta verla en la vereda de la desolación años atrás.

   No había conocido miedo mas profundo al miedo que provoca el ruido en su rugido; la música es la preparación del ser humano para dejar salir lo que habita en sus adentros, dioses y monstruos. El hecho de la existencia de la música es en mi opinión un catalizador de las decisiones del hombre, lo que para mi en la repetición de las líneas “I climb the stage again this night… cause the place seems still alive… when the smoke is going down” resultaba una muestra de alguna clase da armonía, para ella era un significado mas profundo y trágico, para ella ese era el sonido de una parte de su vida, nosotros no escuchábamos la misma música no importara que estuviésemos en el mismo espacio, escuchando la misma pista, durante toda la noche.

    La diferencia es que ella no buscaba una armonía, no buscaba la satisfacción de sus sentidos. Lo que ella encontró fue la realización acústica de sus ayeres, aún si no han sido los mismos de quien los ha escrito; la música es un pasado compartido que al mismo tiempo no existe, por lo menos lo es aquella música que no es del momento, se vuelve atemporal, un solo de guitarra estrepitoso puede ser la delicia del oído pero la tortura del alma.

   Entendí en esa mujer que la música no era complemento ni el trasfondo que intenta llenar de sangre un vacío, sino que es un amplificador de la vida humana, como el suave golpe del tambor tras el baile de los amantes como el rugido que motivaba a los soldados a devorarse entre si mismos. Existe, aún estando en soledad, para extender el contacto con la piel de otros.

   Al final la música es el aire del espíritu, es el deseo platónico de todo aquel que en su vida ha buscado algo invisible, el hombre lleno de defectos puede alcanzar una imperfección al dejar atrás la simetría de lo utópico y darse cuenta que el sonido de un bajo no es el susurro de la noche, ni el violín la melodía de la mañana; al final aquella mujer se dio cuenta que el repetir aquellas líneas no le traería la muerte y el olvido que deseaba, y sonrió... en verdad nada tenía, nada hacía falta.

                                I've got your sound still in my ear...While your traces disappear.

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