Por Shòu Wáng (Pablo Zapata)
https://twitter.com/ShouBeast
Ya
conocemos el sermón de “prejuicio es ignorancia” o “para gustos hay sabores y
colores”, y también que se puede aplicar a muchas cosas. Pero seamos sinceros, cuando
alguien habla de nombres como Justin Bieber, Skrillex o Ke$ha ¿qué tanto
respetamos lo anterior? No planeo defender a ninguna de esas personas que
trabajan en la industria musical, y ni siquiera serán el foco de esto. Tan sólo
compartiré lo que pienso sobre nuestra delicada distinción hacia lo que nos
gusta.
No es sorpresa que tengamos
predilección hacia ciertas cosas, es algo normal y perfectamente entendible. Lo
aplicamos a películas, comida y (vaya sorpresa) a la música. Pero ¿hasta qué
punto es admisible mantener nuestra predilección? ¿Es justo descartar algo por
el hecho de que tenemos algo que disfrutamos más que eso otro? La respuesta a
la última pregunta es un sí y un no. Sí porque técnicamente si la pasamos bien
escuchando cierto género musical (ya entrando en este tema) no hay mucha
necesidad de “cambiar de sintonía”. No porque limitamos nuestra experiencia a
una zona de confort en la que no obtenemos un conocimiento nuevo o una nueva
sensación. Por supuesto todos somos libres de decidir probar algo nuevo o no
hacerlo, el problema con esto se encuentra cuando nuestros gustos o
conocimientos bloquean esa ventana hacia otros mundos y producen una “experiencia
basura o falsa”. ¿A qué se refiere eso último? A rebajar nuestra apreciación de
algo por “saber de antemano” la calidad de dicho objeto o en este caso, de
ciertas canciones.
Ya conocemos que la música pop es la
que más rechazo, y a la vez, más popularidad (¡Dah!) tiene entre el público. No
tengo un comentario extenso respecto a ese género, tan sólo diré que no todo es
realmente malo, si bien hay letras que son repetitivas y con temáticas que
pueden considerarse “vanas”, hay que admitir que en ocasiones queremos oír
música por el simple hecho de disfrutar un ritmo “pegajoso” más que por una
apreciación profunda, y quien sabe, puede que algún día nos encontremos con
canciones que tienen algo más que ese “sello genérico” con el que todos
clasifican al pop. Yo lo he hecho, lo único que tuve que hacer fue escuchar.
Ahora hablemos de las bandas sonoras, ¿qué pasa con
estas? Bueno, si bien estamos consientes de que las películas u otros medios no
serían lo mismo sin la música ¿cuándo les hemos dado su respectivo lugar de
manera individual? Tomemos de ejemplo TITANIC,
está bien que nos conmueva “My Heart Will Go On” interpretada por Celine Dion,
incluso que la tengamos en el mp3, pero ciertamente (y sin quitarle crédito a
la mencionada diva) quien compuso la música fue James Horner, y muy pocos son
los que se han dado el tiempo de escuchar con calma las maravillas él compuso
para la película. Lo mismo sucede en el ámbito videojueguil, pero de manera más
radical. Cuando uno habla de un videojuego, y específicamente de música de
videojuegos, las personas inmediatamente relacionan eso con el tema de Super Mario Bros. o el tema de la
estrella del mismo juego. No se dan cuenta, que al igual que las películas, los
videojuegos han evolucionado, y sí, eso incluye su música. Si no me creen vayan
a Youtube y busquen “Theme of Laura”, “Promise” o “Love Psalm” de Akira Yamaoka
(compositor de la banda sonora de Silent
Hill 2), creo que son de las rolas que mejor representan cómo han cambiado
un poco las cosas desde los 8 bits.
En conclusión sólo diré que no hay ningún problema
si preferimos una cosa sobre otra, son gustos después de todo. Aunque creo por
convicción que lo mejor es estar dispuestos a conocer nuevas experiencias
musicales, y a darles su merecido reconocimiento a otras que pasan
desapercibidas ante diversas circunstancias. Tan sólo no elijamos crear un
prejuicio sobre lo que no conocemos bien o un comentario radical y general de
ello.
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