jueves, 11 de abril de 2013

El prejuicio en la música

Por Shòu Wáng (Pablo Zapata)
 
https://twitter.com/ShouBeast

Ya conocemos el sermón de “prejuicio es ignorancia” o “para gustos hay sabores y colores”, y también que se puede aplicar a muchas cosas. Pero seamos sinceros, cuando alguien habla de nombres como Justin Bieber, Skrillex o Ke$ha ¿qué tanto respetamos lo anterior? No planeo defender a ninguna de esas personas que trabajan en la industria musical, y ni siquiera serán el foco de esto. Tan sólo compartiré lo que pienso sobre nuestra delicada distinción hacia lo que nos gusta.
            No es sorpresa que tengamos predilección hacia ciertas cosas, es algo normal y perfectamente entendible. Lo aplicamos a películas, comida y (vaya sorpresa) a la música. Pero ¿hasta qué punto es admisible mantener nuestra predilección? ¿Es justo descartar algo por el hecho de que tenemos algo que disfrutamos más que eso otro? La respuesta a la última pregunta es un sí y un no. Sí porque técnicamente si la pasamos bien escuchando cierto género musical (ya entrando en este tema) no hay mucha necesidad de “cambiar de sintonía”. No porque limitamos nuestra experiencia a una zona de confort en la que no obtenemos un conocimiento nuevo o una nueva sensación. Por supuesto todos somos libres de decidir probar algo nuevo o no hacerlo, el problema con esto se encuentra cuando nuestros gustos o conocimientos bloquean esa ventana hacia otros mundos y producen una “experiencia basura o falsa”. ¿A qué se refiere eso último? A rebajar nuestra apreciación de algo por “saber de antemano” la calidad de dicho objeto o en este caso, de ciertas canciones.
            Ya conocemos que la música pop es la que más rechazo, y a la vez, más popularidad (¡Dah!) tiene entre el público. No tengo un comentario extenso respecto a ese género, tan sólo diré que no todo es realmente malo, si bien hay letras que son repetitivas y con temáticas que pueden considerarse “vanas”, hay que admitir que en ocasiones queremos oír música por el simple hecho de disfrutar un ritmo “pegajoso” más que por una apreciación profunda, y quien sabe, puede que algún día nos encontremos con canciones que tienen algo más que ese “sello genérico” con el que todos clasifican al pop. Yo lo he hecho, lo único que tuve que hacer fue escuchar.
Ahora hablemos de las bandas sonoras, ¿qué pasa con estas? Bueno, si bien estamos consientes de que las películas u otros medios no serían lo mismo sin la música ¿cuándo les hemos dado su respectivo lugar de manera individual? Tomemos de ejemplo TITANIC, está bien que nos conmueva “My Heart Will Go On” interpretada por Celine Dion, incluso que la tengamos en el mp3, pero ciertamente (y sin quitarle crédito a la mencionada diva) quien compuso la música fue James Horner, y muy pocos son los que se han dado el tiempo de escuchar con calma las maravillas él compuso para la película. Lo mismo sucede en el ámbito videojueguil, pero de manera más radical. Cuando uno habla de un videojuego, y específicamente de música de videojuegos, las personas inmediatamente relacionan eso con el tema de Super Mario Bros. o el tema de la estrella del mismo juego. No se dan cuenta, que al igual que las películas, los videojuegos han evolucionado, y sí, eso incluye su música. Si no me creen vayan a Youtube y busquen “Theme of Laura”, “Promise” o “Love Psalm” de Akira Yamaoka (compositor de la banda sonora de Silent Hill 2), creo que son de las rolas que mejor representan cómo han cambiado un poco las cosas desde los 8 bits.
En conclusión sólo diré que no hay ningún problema si preferimos una cosa sobre otra, son gustos después de todo. Aunque creo por convicción que lo mejor es estar dispuestos a conocer nuevas experiencias musicales, y a darles su merecido reconocimiento a otras que pasan desapercibidas ante diversas circunstancias. Tan sólo no elijamos crear un prejuicio sobre lo que no conocemos bien o un comentario radical y general de ello.
 

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