jueves, 25 de abril de 2013

La inocencia, la mejor presa.



 Gabriela Arredondo

No es de extrañarse cuando te encuentras  a un niño imitando a algún artista de televisión, es fácil que gracias a su inocencia mental se sienta atraído a dicho artista. A pesar de que el pequeño no sepa que el artista es un perdedor en la vida real y que solo sabe hacerlo bien actuando en una película. De la misma manera, no es nada extraño encontrar a un niño en el supermercado haciendo berrinche, pidiendo a sus padres que le compren un producto que ya conoció de su existencia todo gracias a la bendita televisión. No es de extrañarse en verdad, ¿por qué la mamá se hace la inocente después de dejar a su pobre criatura enfrente de la televisión 6 horas diarias?

Por otro lado, no culparé totalmente al engendro del siglo pasado, la publicidad hoy en día, la encuentras hasta en los baños. Y no es por exageración, ciertamente hasta en estos lugares puedes encontrar publicidad, y esto es debido a una táctica puramente intencional, me explico: el cuerpo al momento de expulsar las toxinas presentes en la orina y en los desechos, llega a un estado de relajación, el cual es el más óptimo para retener la información. Realmente invasivo, pero así nos encontramos, rodeados de un mundo plagado de publicidad. Ahora bien, puede influir mucho el hecho de que nos encontremos en un estado vulnerable para adquirir el mensaje que la publicidad quiere sembrar en nosotros, pero al menos, como adultos tenemos la suficiente madurez como para decidir si nos tragamos lo que nos persuade el mensaje publicitario. Pues veamos entonces, ¿qué pasa con los niños?, la publicidad ya llegó a desarrollar también las tácticas necesarias para enganchar a los niños, ya que a estas alturas se ha convertido en un consumidor potencial. Y es que claramente, es más conveniente encontrar en los niños la aceptación del mensaje gracias a su inocencia y la facilidad con que se consigue su atención.

La publicidad ha generado en nosotros el camino a seguir su desarrollo, el corresponsal de su existencia. Es decir, aceptamos la publicidad, caminamos a diario con los medios de comunicación masiva a un lado, consumimos, malgastamos, compramos apoyando al mantenimiento de la publicidad. Y por su parte, ¿cuándo un niño va a concientizar si es consumidor potencial o no?  En fin, poco termina importándonos si nos convertimos en uno de los peldaños de la comercialidad y sus intereses. Pero, ¿por qué dejamos que pase lo mismo con los niños?, si hemos decidido ser consumidores potenciales de marcas y empresas podridas en dinero ¿por qué dejamos que los niños se induzcan al mismo hábito? Es cuestión de reflexionarlo cada quien, en su mejor asiento. Y en lo que a mí concierne, prefiero saber a algún niño cercano con las piernas llenas de moretones por jugar en la calle, que saberlo usando lentes porque ya terminó con su vista al estar pegado 6 horas diarias frente al televisor viendo comerciales con intereses de ventas potenciales.

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